dos de la mañana

Epifanía/Alejandro ballesteros













No se hacia donde voltear, me invade la oscuridad, no tengo ganas de dormir, además, el sueño también se olvidó de mi.

Mi ventana es un cuadro gris, no veo a través de ella, tampoco hay mucho que ver.
Mi madre despierta, quizás es la intuición lo que la trae hasta mi cuarto, pues tengo horas sin pronunciar una palabra. Me pide que duerma, que descanse, como puedo, con mi voz casi ronca por la falta de calentamiento en las cuerdas vocales, le contesto, esta bien, ahorita me duermo, ella confiada y tranquila en que lo aré se va a descansar.

Me paro frente al espejo, me veo normal, imagino que es de día y comienzo a peinarme, algo está mal, el espejo está manchado de pintura, tomo un poco de papel higiénico y retiro la suciedad. Vuelvo a la cama, no para acostarme, ni para dormir, sino para sentir como se hunde en la nostalgia, en la desesperación de no encontrar una soga que ahorque al recuerdo.

Mi pez tampoco duerme, ni siquiera ha descubierto la forma de cerrar los ojos, ¿será acaso que esta noche soy presa de una metamorfosis instantánea, donde me convierto en pez?

Los segundos son como una gota cayendo lentamente en un balde de aluminio. Todos duermen y yo vuelvo al espejo, ya no capturo mi imagen, quiero creer que es por que nuevamente está manchado de pintura, o que de repente el sueño me invade, pero no, esto no es el espejo, es mi sombra, me pregunto por que se separa de mi cuerpo si es mía. ¿será acaso que busca el suicidio?

Debo dormir, el tiempo se termina, ya son más de las 3 a.m. debo descansar por que me espera una mañana pesada, una lista de tareas aparece en lo poco que queda de memoria, y me indica que necesito de más tiempo. Ya sé, voy a dormir, mañana a primera hora (7 a.m. más o menos) iré a la tienda por un poco de tiempo. Nada que el dinero no pueda comprar.